Eduardo Morgan Jr.
En septiembre de 1996, fui nombrado Embajador de nuestro país en E.U. Eran tiempos cruciales para las relaciones diplomáticas ya que se acercaba el fin de la presencia norteamericana en Panamá. Había tensión por las imputaciones de que nuestro país no hacía lo suficiente para combatir el tráfico de drogas y el lavado de dinero. Mi labor consistiría en evitar que tan infundadas acusaciones permearan a la opinión pública estadounidense y que la presión de ésta contra Panamá afectara el cumplimiento de los tratados Torrijos-Carter. En E.U. la opinión pública está liderizada por sus grandes diarios, principalmente el New York Times y el Washington Post, que se caracterizan por el manejo responsable de la noticia, cuyos análisis y comentarios están a cargo de connotados periodistas y columnistas, entre ellos algunos laureados incluso con el premio Nobel.
En esos años a E.U. le preocupaba la droga y el lavado de dinero y para controlarlo extendían su influencia al resto del mundo. El instrumento usado era la famosa ‘Certificación’, un análisis anual de la cooperación de los países en el control del tráfico y el lavado, para lo cual sus embajadas contaban con funcionarios de instituciones involucradas en el control y persecución de ese flagelo, tales como la DEA, el FBI y Aduanas, entre otras. Mi primera experiencia en Washington fue acompañar a nuestro Canciller y al Director Ejecutivo del Consejo de Seguridad a una reunión con Robert Gelbard, Subsecretario de Estado, funcionario encargado de la temible ‘Certificación’. En esa reunión me percaté del desprecio que Gelbard sentía por Panamá y la rudeza, por no decir grosería, de su trato a dos importantes funcionarios del gobierno panameño. La misión de Gelbard era liquidar a Panamá como centro financiero y darle un golpe de gracia a la Zona Libre de Colón, y a los servicios internacionales que prestan los abogados. De acuerdo con la certificación de 1996, Panamá era una gran lavandería para los narcos mejicanos. La industria de la construcción, bancos y sociedades anónimas estaban involucrados en la actividad y el premio mayor se lo ganaba la Zona Libre, un centro de lavado de Dinero por derecho propio (‘The Colon Free Zone (CFZ) is a money laundering center in its own right’), Según el informe, en Panamá se lavaban, solo de traficantes mejicanos $10 billones anuales, afirmación absurda por ser imposible que un país con menos de 7 billones de dólares de PIB ‘lavara’ 10 billones sin que se afectara la economía.
Yo conocía muy bien nuestro sistema de sociedades anónimas; la obligación del abogado de conocer al cliente; los estrictos controles de los bancos para evitar el lavado de dinero, y las disposiciones adoptadas en la Zona Libre para el control del efectivo, por lo que antes de que se publicara la nueva ‘certificación’ escribí a Gelbard una extensa carta en la cual hice hincapié en el absurdo de los 10 billones y de las otras afirmaciones contra nuestra economía de servicios, las cuales no tenían sustento alguno en el documento. Lo conminé a que las sustentara, cosa que nunca hizo.
Hago alusión a esta experiencia con motivo de las afirmaciones de la embajada de E.U. sobre el lavado de dinero de la droga en el aeropuerto de Tocumen. Es absurdo pensar que los viajeros que proceden principalmente del Caribe, Sur y Centro América vienen cargados de dinero de la droga porque los $600 billones que genera el negocio se producen en los sitios en que esa droga se consume, o sea, en E.U. El camino del efectivo es de norte a sur: de E.U. a Colombia, Bolivia, Perú, etc..; los narcos no son tan brutos como para trasladar por avión de un aeropuerto norteamericano (con estrictos controles) grandes cantidades de efectivo. Los dólares de la droga se utilizan para la importación y exportación de productos. Existe el llamado mercado negro de pesos colombianos y la compra en efectivo de artículos movibles, como automóviles y helicópteros. Esto está documentado en la web de FINCEN, agencia del gobierno de E.U. Nuestro hub-aéreo no es diferente del de Londres o Ámsterdam, como tampoco lo son las tiendas libres de impuestos que manejan empresarios exitosos dedicados a ese negocio desde hace mucho tiempo.
No creo que la intención de E.U. sea que eliminemos el hub de COPA para que el aeropuerto de Panamá no siga compitiendo con Miami. Resulta claro que los norteamericanos están sorprendidos por lo extraordinariamente bien que Panamá ha manejado el Canal; por nuestro centro financiero; por nuestro grado de inversión; por nuestro crecimiento económico, por el desarrollo de los puertos (que también los quisieron para Bechtel, al igual que la ampliación del Canal), por la Ciudad del Saber, y ahora, Tocumen. Es seguro que esos comentarios, y particularmente la referencia al Ministro de Turismo, es una glosa sin mayor sustento, lo que aquí llamaríamos bochinche, ahora globalizado gracias a Wikileaks. Si existiera alguna evidencia creíble ya habrían presionado al gobierno para su remoción mediante una advertencia a nuestro Presidente para ponerlo al tanto, sobre todo cuando son claros en afirmar que nada involucra al Presidente en el lavado de dinero.
Debemos estar alertas y cuidar nuestro Tocumen y los miles de empleos que genera. No cometamos el error de aceptarles convenios, supuestamente de seguridad, que pudieran arruinar el hub de Panamá y los ingentes beneficios que produce a la economía panameña.
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