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El 9 de enero. El inicio del último tramo del alpinismo generacional

Por Dr. Eduardo Morgan G.

Publicado en La Estrella de Panamá

2014-01-08 — 12:00:00 AM —

El 3 de Noviembre de 1903, con la ayuda de E.U., logramos nuestra separación definitiva de Colombia. El costo fue firmarles el tratado del Canal. ¡Y qué tratado! Negociado a espaldas de Panamá, que esperaba un tratado similar al de Colombia, pero resultó de una sola vía, todo a favor de E.U. La historia nos enseña el chantaje de Bunau-Varilla: o el Tratado o la independencia. A los próceres les quedó el consuelo de que la prosperidad futura del país quedaba asegurada con la construcción del Canal y el disfrute de la posición geográfica por la exclusión de las ciudades de Panamá y Colón y sus puertos de la concesión a E.U.

Para amarga sorpresa de los panameños, E.U. tomó enseguida las primeras medidas para el establecimiento de una colonia. Ya no es una concesión, una zona libre dentro de Panamá para el exclusivo propósito de construir, operar y defender el Canal, tal como lo habían interpretado los panameños, sino llana y simplemente una colonia, con leyes propias, impuestos, tribunales, correos, actividad comercial de terceros autorizados por el nuevo gobierno de la Zona, y hasta con consulados extranjeros para promover el comercio internacional, y la ocupación de los puertos de La Boca y Folks River. El resto de la nueva República quedaba bajo el dominio eminente de E.U. Prontamente comienza la primera protesta, el primer paso del ‘alpinismo generacional’ para recuperar nuestra riqueza, los puertos en ambos mares, el acceso a la posición geográfica y la soberanía en todo nuestro territorio con la interpretación correcta del tratado, según carta que entrega José Domingo de Obaldía a John Hay el 11 de agosto de 1904. La mala fe del imperio no demoró en aflorar con la respuesta de Hay, que empieza así ‘Antes de darle una respuesta oficial me atrevo a preguntarle si sus comentarios fueron escritos tomando en cuenta la nota del señor Bunau-Varilla, fechada el 19 de enero pasado en el tema de la interpretación de algunos puntos del tratado. Para su conveniencia le incluyo una copia de la misma’.

La carta que entrega Hay a De Obaldía es la interpretación que hacen él y Bunau-Varilla de lo única cláusula del Tratado que favorecía a Panamá y que había justificado su aprobación por los próceres: Los puertos adyacentes no son los puertos marítimos sino los de cabotaje. En el Pacífico, el muelle del mercado público y el Fiscal. En el Caribe otro tanto. Y las ciudades de Panamá y Colón, que se excluyen también de la concesión, se refieren a la aglomeración de las casas ya existentes. Aquí se desvanecen los sueños de prosperidad de la nueva república. No existe ninguna posibilidad de expansión para su crecimiento futuro. No solo nos quitaron el acceso al mar al dejarnos sin puertos, sino que Panamá y Colón quedaron convertidas en guetos al estar rodeados por la Zona del Canal (para transitar se requería placa en el automóvil y licencia de manejar expedida por las autoridades de la Zona). En Arraiján instalaron un puesto de Aduana. Quedamos convertidos por el Tratado en un país con un canal que servía al cinco por ciento del comercio mundial, pero sin posibilidad de beneficiarnos de ello; también les dio el monopolio de la comunicación interoceánica, por lo que no podíamos siquiera comunicar Bocas del Toro con Chiriquí. Por el tratado quedamos convertidos en el país más pobre de América al perder nuestra riqueza, la posición geográfica, y el único con una colonia extranjera en su territorio. El egoísmo de la gran potencia llegó a límites increíbles, cuando quiso impedir que Panamá construyera un ferrocarril o carretera para unir al resto del país con la capital ‘porque para la defensa del Canal a Estados Unidos no le convenía que Panamá tuviera buenas vías de comunicación’.

La lucha por la recuperación del Canal y de soberanía total fue difícil; a cada generación le correspondió escalar un tramo de esa cima que parecía inalcanzable. En 1936, durante el gobierno de Harmodio Arias se eliminó el dominio eminente. En 1947 la protesta popular impide la renovación del Tratado de Bases. En 1952 el presidente Remón lanza la frase: ‘Ni millones ni limosnas, queremos justicia’; el Tratado que lleva su nombre elimina la discriminación racial en la Zona (que de hecho fue burlado). El nuevo orden creado por las Naciones Unidas reconoce la soberanía sobre los recursos naturales (petróleo, Canal de Suez). En Panamá, el 2 de mayo de 1958 la Operación Soberanía de un grupo de patriotas siembra 75 banderas en la Zona del Canal; el 3 de Noviembre de 1959 otro desfile de banderas organizado por la Federación de Estudiantes es repelido por la policía zoneíta que ultraja la bandera, lo que provoca disturbios que alcanzan la embajada norteamericana, donde su bandera es también ultrajada por la multitud enardecida. La presión del pueblo panameño obliga a E.U. a convenir izar nuestra bandera en un punto de la Zona y se escoge el triángulo Shaler, en el límite con Panamá. La presión de la bandera como símbolo de soberanía se mantiene y en 1963 se acuerda que será izada en todos los puntos civiles en que se ondee la bandera norteamericana.

Los sucesos del 9 de Enero están bien documentados. Fueron la semilla que inspiraron a Omar Torrijos a culminar el ‘alpinismo generacional’. Se inspiró en el patriotismo de los estudiantes del Instituto Nacional para defender nuestra bandera, que representaba nuestra soberanía en el territorio usurpado y ocupado por la gran potencia. La imagen de los héroes subiendo al poste para izar allí la bandera, foto que le dio la vuelta al mundo, y el gesto insólito del presidente Roberto F. Chiari de romper relaciones como protesta por los ataques a un pueblo inerme, nos granjeó el respeto de la comunidad internacional e hicieron sentir al gobierno y al pueblo norteamericano que la situación injusta de su presencia en el Canal no podría prolongarse.

Los sucesos del 9 de Enero sirvieron para convencer a los norteamericanos de que Torrijos no ‘blofeaba’ cuando les decía que a su generación le tocaba hacer el sacrificio de su vida, si fuera necesario, para la recuperación de nuestra soberanía, la salida de las bases militares y la reversión del Canal. En el camino de las arduas negociaciones Torrijos tuvo el apoyo del mundo entero; del Mariscal Tito, símbolo de los países no alineados; de Europa y, por supuesto, de la ayuda militante de los países hermanos de América, liderados por Carlos Andrés Pérez, de Venezuela, Alfonso López Michelsen, de Colombia, Daniel Oduber, de Costa Rica y José López Portillo, de México. Torrijos nunca les ocultó a los norteamericanos que la Guardia Nacional estaba preparada para cerrar el Canal en caso de que fracasaran las negociaciones y que contaba con el apoyo del pueblo. Es famoso su diálogo con el jefe del Estado Mayor de E.U. ‘¿Qué es más importante para ustedes, ser dueños del Canal o poderlo usar? Nosotros les garantizamos su uso’. También constan las declaraciones de este general ante el Senado de E.U. cuando dijo que ellos sí eran capaces de proteger el Canal de los panameños y que para ello necesitaban una fuerza permanente en el Canal de 100,000 soldados.

Torrijos nunca olvidó el 9 de Enero. Estaba obsesionado con que el cerro Ancón fuera lo primero que se devolviera a Panamá para izar en su cima nuestra bandera, y así honrar a los héroes que hicieron posible que pudiéramos ganar al fin nuestra guerra de independencia. Al celebrarse los 50 años de una fecha con tanto contenido de dignidad y heroísmo debemos todos hacer un peregrinaje al cerro Ancón y llevar a nuestro inmenso tricolor que allí nos cuida, la heroica bandera del ‘Nido de Águilas’, el glorioso Instituto Nacional, y allí hacerla ondear sobre nuestra patria como paso previo a su sitial permanente que debe ser el Museo de la Nacionalidad, en donde reinará como la culminación de la lucha generacional del pueblo panameño.

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