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La obsesión de Francia con Panamá y los llamados paraísos fiscales

Por Álvaro Tomas

Publicado por Capital Financiero

Octubre 3, 2016

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Acabo de leer que, para el segundo trimestre de este año, la economía gabacha se contrajo 0,1% por lo que, en el 2016, su Producto Interno Bruto (PIB) solo ha crecido 0,6%. Una cifra muy por debajo de los pronósticos –siempre optimistas- del Fondo Monetario Internacional (FMI) que se situaban en 1,5%. También he escrito en el pasado que Francia se ha visto en la necesidad de convertirse en cómplice de las guerras y matanzas mundiales al convertirse en el segundo exportador de armas del mundo. Sí, la nación que se enorgullece de ser la cuna de la igualdad y de los derechos humanos para llenar sus arcas vacías –el resultado de desgastados modelos económicos socialistas– vende armamento de guerra a los gobernantes más despiadados y a las regiones más violentas del mundo sin ninguna vergüenza.  Presumo que la venerada y moralmente indiscutible Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) no ve nada malo en eso. Hipócritas.

Hay que entender por qué Francia se ve obligado a vender armas y está obsesionada con exhibir a Panamá como un trofeo de guerra; como si los impuestos que no pagan sus contribuyentes aterrizaran mágicamente en la banca panameña a través de sociedades anónimas incorporadas en el Registro Público de Panamá. Basta ver el sitio de Internet del Consorcio de Periodistas (www.icij.org) bajo los malvadamente llamados Panama Papers para darse cuenta que los mayores compradores de las sociedades eran empresas europeas (algunos eran bancos y fiduciarias francesas) y que la mayoría de las sociedades que se adquirieron –para su buen o mal uso- no eran de la jurisdicción panameña.

Volvamos a Francia. De acuerdo con el fascinante libro de Ruchir Sharma “The Rise and Fall of Nations” (primera edición, 2016), el Estado francés gasta 57% de PIB para mantener su obesa burocracia estatal. Francia debería llamarse La Casa de las Botellas. Es el porcentaje más alto de los países miembros de la Ocde y es 18% más que el promedio de las naciones más desarrolladas del mundo. Pero, este grado de paternalismo es una tradición francesa de vieja data. Tanto es así, que el Primer Ministro Georges Clemenceau  (1929) tenía un refrán: “Francia es muy fértil: Siembras burócratas y crecen impuestos”. El comediante francés Michel Coluche (1986) decía que “si hubiera un impuesto sobre la estupidez, el Estado (francés) se pagaría sólo”.  Por lo menos tienen algo de buen humor.

Si los ciudadanos franceses se lo aguantan es su problema; pero la realidad es que los impuestos que mantienen al Estado galo se han convertido en un peso insoportable de tal forma que los negocios y los empresarios se están yendo del país o no están invirtiendo. Francia ha perdido competitividad lo que no nos debe extrañar, ya que con una tasa de impuestos corporativa de 45% y costos laborales anuales que han subido 5% en los últimos años hay que ser filántropo o masoquista para establecerse en Francia.

Dice el autor Sharma que “Hoy Francia es considerado como el nuevo enfermo de Europa”. El desempleo es uno de los más altos de la Unión Europea y el desempleo juvenil ronda 25%. Al no tener su propia moneda, tienen el Euro, ha perdido la posibilidad de acelerar sus exportaciones con una devaluación. Junto a un crecimiento económico famélico, sin cambios estructurales a su economía a la vista y siendo un infierno fiscal –como lo llama el colega Adolfo Linares- había que buscar a un chivo expiatorio. Y el gobierno francés decidió, conveniente y políticamente, que los culpables serían los paraísos fiscales (dentro de los cuales Panamá iba a ser el principal ejemplo) y así no tener que aceptar su incapacidad y el miedo a las profundas reformas que necesita su modelo económico. Por eso los desplantes, las amenazas, el incumplimiento de los tratados internacionales y en general, la agresividad hacia nuestro pujante país.

Concluyo con que el problema económico de Francia no es Panamá, ni los mal llamados paraísos fiscales, ni la competencia fiscal. Parafraseando al escritor Allistor Heath: El problema de Francia es la exagerada planilla estatal, los impuestos altos, el exceso de regulaciones (burocracia), el gasto público ineficiente y el odio al comercio, al capitalismo y al trabajo. Salvo que hagan una profunda reforma a su modelo económico estarán condenados al fracaso económico y a ser los perritos falderos de Alemania.

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