Dr. Eloy Alfaro de Alba
Sin duda, el rechazo del acuerdo fiscal suscrito entre Panamá y Francia por parte de una comisión del Senado de Francia, y los comentarios ofensivos contra la imagen internacional de Panamá expresados por legisladores franceses, no solamente constituyen un revés en el proceso de aprobación del acuerdo fiscal, que pese a ello podría ser aprobado, sino, aún peor, renuevan los ataques y las ofensas innecesarias y chocantes que con reiterada frecuencia han provenido de altas autoridades francesas contra Panamá y su sector de servicios.
Las explicaciones que supuestamente han ofrecido funcionarios diplomáticos franceses a nuestra Cancillería, en el sentido que las expresiones críticas contra Panamá y contra la aprobación del acuerdo fiscal celebrado con Francia, solo responden a un sector socialista de oposición en el Senadono resisten el más elemental análisis.
Los ataques y ofensas contra Panamá provenientes de autoridades de Francia se han producido de manera sistemática y reiterada, y han sido expresados no solo por la oposición en ese país. Por el contrario se iniciaron con presiones de Francia contra Panamá en organizaciones internacionales como la OCDE, cartel internacional cuya misión declarada es proteger los intereses de los países ricos y eliminar la competencia, e anidaron con ecoenérgico en boca de las más altas autoridades del ejecutivo francés, incluyendo al propio Presidente Sarkozy. Este, con abandono de las mejores costumbres de respeto diplomático, no solo presionó con éxito a bancos franceses con operaciones en Panamá a cerrar operaciones y retirarse de la plaza, sino que formuló en público declaraciones injustificadas y ofensivas contra nuestro país. Acto seguido, una ministra del gabinete francés recogió el mismo guión y reformuló las mismas acusaciones y ofensas. Y ahora resulta que la oposición francesa coincide.
Pareciera evidente que Panamá ha quedado atrapada en una controversia de política interna francesa en la que a unos y otros les ha convenido buscar en un país pequeño, en el que por cierto fracasaron amargamente las aspiraciones francesas para la construcción del canal así como para su ampliación, una excusa cómoda donde colgar sus propias culpas por el deterioro acelerado y lamentable de la economía y de todo un sistema financiero al borde de la bancarrota que sufre Francia con toda la comunidad europea.
En lugar de desperdiciar esfuerzos en desprestigiarnos como chivo expiatorio más les convendría a las autoridades y a los políticos franceses empeñarse en diagnosticar y corregir las causas del descalabro financiero que amenaza con destruir no solo a muchos bancos en Francia sino al sistema financiero de toda Europa. En ese análisis, más les vale preguntarse si algunas de las causas no habrán sido el descontrol del gasto público desenfrenado, la imposición exagerada de impuestos, y la corrupción espeluznante del sector público y privado de la que dan cuenta los informes que recogen con insistencia los medios de comunicación en muchos de los países más afectados.
Pero lo que más debe indignar a los panameños es la hipocresía de Francia, y de otros países, que por un lado de la boca lanzan críticas y ofensas contra Panamá, su sector de servicios y su sistema fiscal, mientras por el otro lado corren a participar en, y a lograr que se le adjudiquen, licitaciones para las obras más importantes de infraestructura que se desarrollan en el marco del auge económico que seexperimenta en Panamá, cuando, por el contrario, sus economías agonizan sin remedio.
Sin duda nuestra Cancillería sabrá asumir la posición digna que corresponde en defensa enérgica de los intereses nacionales y utilizar los mecanismos diplomáticos y legales a nuestro alcance para frenar la cascada de ofensas que provienen de las más altas autoridades del gobierno arrogante de un país al que habría que recordarle que hace muchos años dejo de ser imperio. Un buen primer paso sería llamar en consulta a nuestro embajador en Francia.
15 de diciembre de 2011
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