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El costo de vivir al lado de Colombia

Por Licenciado Carlos E. González

A los panameños nos ha costado y nos cuesta carísimo tener a Colombia de vecino. Desde que los Borbones comenzaron con su centralismo en España y movieron administrativamente al Istmo de Perú a Colombia, venimos sufriendo los costos de estar relacionados con el país andino. Estos costos están asociados a una cosmovisión muy diferente entre nuestros dos países.

El núcleo del poder colombiano es centralista, conservador, proteccionista, elitista, excluyente y muy cerrado. Ese núcleo del poder, que tiene su base política en el centro del país, siempre ha prevalecido sobre áreas más liberales como las áreas costeras, las cuales no se han desarrollado en toda su magnitud, precisamente por la visión conservadora del centro.

Panamá, por el otro lado, siempre ha sido un país con vocación de ser parte del mundo; abierto, liberal, con movilidad social, crisol de razas, plataforma de negocios internacionales como no hay otra en nuestra región. Es, además, un país que tiene clara su cosmovisión, para beneficio del mundo, como lo señala nuestro escudo.

Gran parte de los conflictos entre liberales y conservadores en la vecina nación, tuvieron su génesis en el pensamiento de los panameños, desde el federalismo hasta el libre ‘cambismo’ (como llamaban al libre comercio entonces). De hecho, no es hasta Rafael Núñez, con su autogolpe y gobierno de la regeneración, que las cosas se calman en la Colombia del siglo XIX. El centralismo de Núñez tuvo una excepción: otorgarle libertad económica (aunque no política) a los panameños, al punto que ni siquiera impuso el uso del peso no convertible a Panamá.

Y es que el Istmo, desde esa época, era la plataforma de comercio internacional de Colombia. Nuestra separación le costó tremendamente en comercio internacional al país vecino (separación que se da porque el centro del poder no compartía nuestra visión e insistió en no aprobar el tratado con Estados Unidos).

Juan Manuel Santos haría bien en estudiar la lógica de Núñez con Panamá, porque Panamá es hoy, más que entonces, la plataforma de los negocios internacionales de los colombianos. Acá nuestros vecinos encuentran la libertad económica que no encuentran en su país, lo que les permite relacionarse mejor con el resto del mundo. Santos está a punto de, nuevamente, acabar con esa plataforma para detrimento de su propio país y sus nacionales.

Esto no sería tan grave, desde el punto de vista panameño, si no fuera porque la medida viene a ser un costo adicional que tenemos que pagar por estar al lado de Colombia. Costo que no solo obedece a medidas adoptadas por el Gobierno colombiano, como es el caso de los aranceles discriminatorios en contra de la Zona Libre de Colón (ZLC), sino también a su infinita incapacidad de hacerle frente a sus conflictos e irregularidades internas.

En efecto, Panamá debe invertir sumas ingentes en seguridad por culpa de Colombia. Desde radares, pasando por patrulleras, equipo de vigilancia de todo tipo y gasto policivo extraordinario, terminando por tener que pagar un cuasi ejército en la frontera con dicho país. Además, por el hecho de estar al lado de ellos, sufrimos de una percepción internacional que afecta nuestros negocios legítimos, como ha sucedido con el informe del GAFI, en donde gran parte de las presunciones se basan taxativamente en el hecho de tener frontera con Colombia.

Por lo anterior, es necesario que cualquier conversación o negociación con el gobierno de Colombia incluya, no solo que nos saquen de la lista de paraísos fiscales, sino que nos digan cómo van a solucionar el tema del contrabando que tienen en su país sin discriminar contra la ZLC y cómo nos van a compensar por los gastos extraordinarios en los que incurrimos ante su incompetencia interna.

Igualmente, debe incluirse en la discusión el beneficio que representa para los empresarios colombianos usar a Panamá como su plataforma de negocios internacional, así como lo hacen nacionales de muchos otros países para invertir en Colombia. No en balde Panamá es el segundo país del cual provienen más inversiones extranjeras a Colombia.

Es hora de que la relación bilateral se analice en su justa dimensión y que el núcleo del poder colombiano entienda que está a punto de cometer el mismo error que hicieron en 1903, y con costos similares.

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