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¿Hasta cuándo Francia seguirá con el irrespeto?

Por Adolfo Linares

Diario La Prensa

Diciembre 24, 2015

Las declaraciones del ministro de Finanzas francés contra Panamá, además de irrespetuosas, son prueba irrefutable de que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) no es un ente imparcial de derecho internacional, que respeta la soberanía y la igualdad jurídica de los Estados, sino que su actuación está para proteger los intereses de sus países miembros y que sus estándares –que quieren imponer a Panamá y al resto del mundo– están hechos a la imagen, semejanza y para el beneficio de ellos.
Con esta confesión de parte del ministro francés, queda al descubierto que la cacareada cantaleta de transparencia fiscal no es más que una charada inventada por la Europa colonial para imponer su supremacía económica y fiscal sobre países “del nuevo mundo”, débiles como Panamá. Usando la misma estrategia y con las mismas intenciones rapaces y confiscatorias que llevaron a los monarcas españoles de la casa de Borbón –que eran franceses, no olvidemos– a imponer las reformas borbónicas al Virreinato de Nueva España, para exprimir hasta el tuétano con nuevos impuestos a las colonias españolas. Ahora Francia, por medio de la OCDE, pretende imponernos intercambios automáticos para convertir a Panamá en un recaudador de impuestos del Tesoro francés, para poder así mantener su insostenible estado de bienestar, con gobiernos gordos, impuestos confiscatorios e industrias contaminantes. Es la misma historia 500 años después.
Presumiendo que las quejas hacia Panamá fueran verdad, el hecho de haberlas hecho públicas no tiene otro propósito que el de avergonzarnos e indisponernos ante la comunidad internacional, y reforzar nuestros complejos de inferioridad. Este reclamo, si hubiera sido de buena fe, debieron hacerlo en privado, frente a las autoridades panameñas correspondientes, y no tirarlo directamente a los medios de comunicación. Me parece que la Cancillería debiera llamar al embajador de Francia en Panamá para entregarle una queja formal del Gobierno nacional e informarle que el disgusto ha llegado a tal punto que Panamá está pensando seriamente reemplazar los vagones del Metro –que los provee la empresa francesa Alstom– por unos japoneses. Esto, para que empiecen a respetarnos.
De igual forma, hay que recordarles al embajador y al ministro de Finanzas de Francia, por medio del embajador de Panamá en el país galo, que según nuestra Constitución, el poder público solo emana del pueblo –no de la OCDE ni de la Unión Europea– y este ya se expresó en las palabras que diera el presidente de la República, Juan Carlos Varela, ante las Naciones Unidas, en el sentido de que Panamá no firmará el convenio de la OCDE.
No podemos seguir permitiendo esta clase de chantajes y amenazas de países que todavía mantienen delirios imperiales de grandeza y pretendan tratarnos como si fuéramos sus súbitos o antiguas colonias. Repito, esto solo lo pararemos en la medida en que dejemos la mentalidad de país bananero, superemos nuestros complejos y nos demos a respetar. De lo contrario, nos seguirán acosando.

Las declaraciones del ministro de Finanzas francés contra Panamá, además de irrespetuosas, son prueba irrefutable de que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) no es un ente imparcial de derecho internacional, que respeta la soberanía y la igualdad jurídica de los Estados, sino que su actuación está para proteger los intereses de sus países miembros y que sus estándares –que quieren imponer a Panamá y al resto del mundo– están hechos a la imagen, semejanza y para el beneficio de ellos.
Con esta confesión de parte del ministro francés, queda al descubierto que la cacareada cantaleta de transparencia fiscal no es más que una charada inventada por la Europa colonial para imponer su supremacía económica y fiscal sobre países “del nuevo mundo”, débiles como Panamá. Usando la misma estrategia y con las mismas intenciones rapaces y confiscatorias que llevaron a los monarcas españoles de la casa de Borbón –que eran franceses, no olvidemos– a imponer las reformas borbónicas al Virreinato de Nueva España, para exprimir hasta el tuétano con nuevos impuestos a las colonias españolas. Ahora Francia, por medio de la OCDE, pretende imponernos intercambios automáticos para convertir a Panamá en un recaudador de impuestos del Tesoro francés, para poder así mantener su insostenible estado de bienestar, con gobiernos gordos, impuestos confiscatorios e industrias contaminantes. Es la misma historia 500 años después.
Presumiendo que las quejas hacia Panamá fueran verdad, el hecho de haberlas hecho públicas no tiene otro propósito que el de avergonzarnos e indisponernos ante la comunidad internacional, y reforzar nuestros complejos de inferioridad. Este reclamo, si hubiera sido de buena fe, debieron hacerlo en privado, frente a las autoridades panameñas correspondientes, y no tirarlo directamente a los medios de comunicación. Me parece que la Cancillería debiera llamar al embajador de Francia en Panamá para entregarle una queja formal del Gobierno nacional e informarle que el disgusto ha llegado a tal punto que Panamá está pensando seriamente reemplazar los vagones del Metro –que los provee la empresa francesa Alstom– por unos japoneses. Esto, para que empiecen a respetarnos.
De igual forma, hay que recordarles al embajador y al ministro de Finanzas de Francia, por medio del embajador de Panamá en el país galo, que según nuestra Constitución, el poder público solo emana del pueblo –no de la OCDE ni de la Unión Europea– y este ya se expresó en las palabras que diera el presidente de la República, Juan Carlos Varela, ante las Naciones Unidas, en el sentido de que Panamá no firmará el convenio de la OCDE.
No podemos seguir permitiendo esta clase de chantajes y amenazas de países que todavía mantienen delirios imperiales de grandeza y pretendan tratarnos como si fuéramos sus súbitos o antiguas colonias. Repito, esto solo lo pararemos en la medida en que dejemos la mentalidad de país bananero, superemos nuestros complejos y nos demos a respetar. De lo contrario, nos seguirán acosando.

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