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El internet hace un llamado a la libertad

Phyllis M. Powers

Embajadora de los Estados Unidos en Panamá

 Hace poco más de un año, la Secretaria de Estado Hillary Clinton hizo un llamado de compromiso global con la Libertad del Internet, aplicar la libertad de reunión, expresión y asociación al ciberespacio. Al preservar estos derechos en la era digital, estamos preservando la promesa del Internet como plataforma para la innovación, conexión y crecimiento económico.

Luego de los eventos que tuvieron lugar en la Plaza Tahrir en Egipto y el bloqueo más grande a Internet que se haya producido en nuestro tiempo, seguimos oyendo numerosos clamores para que se respete la libertad de conectarse. El Internet se ha vuelto la ‘plaza del pueblo’ mundial del siglo 21. A lo largo de este discurso, resurgen nuevas dimensiones de los debates que hemos venido sosteniendo durante siglos. Al mirar hacia el futuro, deberíamos preguntarnos: ¿Cómo protegemos la libertad y la seguridad? ¿La transparencia y la confidencialidad? ¿La libertad de expresión y la tolerancia?

Primeramente y con frecuencia, la libertad y la seguridad se ven mutuamente excluyentes, pero debemos tener suficiente seguridad para poder utilizar nuestras libertades, pero no demasiada como para ponerlas en peligro. El punto de apoyo de este delicado balance es el estado de derecho. Nuestra lealtad a éste no se desvanece en el ciberespacio; tampoco lo hace nuestro compromiso a las libertades civiles. La “seguridad” a menudo se invoca como la justificación de ataques agresivos a la libertad en Internet, pero los Gobiernos que arrestan a blogueros, investigan las actividades pacíficas de sus ciudadanos y limitan o cierran el acceso a información bajo el pretexto de mantener la seguridad no engañan a nadie. Silenciar las ideas no las hace desaparecer.

En segundo lugar, debemos proteger tanto la transparencia como la confidencialidad. La transparencia es importante. Podemos y debemos dar a los ciudadanos información acerca de sus gobiernos, pero la confidencialidad también es de suma importancia. Los Gobiernos tienen una norma más estricta que cumplir al utilizar la confidencialidad, puesto que sirven al público. Pero todo gobierno requiere un nivel de confidencialidad cuando trata con asuntos como la seguridad pública y nacional. Por ejemplo, no sería sensato publicar en Internet los detalles de negociaciones delicadas entre países sobre cómo combatir la violencia de los carteles de drogas.

En tercer lugar, debemos tratar de proteger la libertad de expresión mientras promovemos simultáneamente la tolerancia. Al igual que la plaza de un pueblo, el Internet alberga todo tipo de discursos: falsos, ofensivos, constructivos e innovadores. El desafío es lograr un compromiso con la libertad de expresión en línea mientras aprovechamos la capacidad del Internet para promover la tolerancia y la paz. Exponer y desafiar los discursos ofensivos, en vez de suprimirlos, permite el escrutinio y la respuesta pública.

Mediante la libertad en Internet, tenemos la rara oportunidad para vincular un asunto de derechos humanos con nuestras aspiraciones de prosperidad económica mutua. Los mercados abiertos a nuevos productos y servicios catalizan el espíritu empresarial, la innovación y la inversión. Hemos visto como la inversión e innovación en el mercado mundial del Internet fluye hacia aquellas naciones, como Panamá, que se esfuerzan en hacer de la transparencia la característica principal de su política de Internet.

A medida que avanzamos y la plaza universal del Internet continúa floreciendo, confiamos en que podemos proteger y promover los principios de libertad y seguridad; transparencia y confidencialidad; y libertad de expresión y tolerancia. Juntos conforman los cimientos de la libertad y la apertura de Internet.

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